domingo, 1 de septiembre de 2013

Los Haduviak



Mijailko, Nicola, Stepan, Ana, María, Grilko.

Ellos eran los orgullosos hermanos Haduviak, de la aldea de Babie, de la tierra de Volinia.

Mijailko del año 4.

Nicola, el sastre, el hermoso hermano que enamoraba a las mujeres con sus manos de agujas, tijeras y sedas.

Stepan. Silencio sobre Stepan. Nadie sabe. Su rastro se perdió entre las guerras.

Después vienen las mujeres. Ana y María.

Años después llega Grilko, el más joven (nacido en el 26? en el 27?), el soldado al que una bomba le partió la adolescencia en pedazos. Una novia a punto de dar a luz, pariendo un niño y una locura.

Lena, amiga de Grilko. Ana, hija de Nicola. Eugenia, hija de Ana. Silvestre, hijo de Maria. Alina, hija de Mijail, ellos vuelven a nombrar.

Debajo de un manzano de una aldea de una provincia de un sueño llamado Ucrania, alguien los vuelve a nombrar.

Mijailko, Nicola, Stepan, Ana, Maria, Grilko.

Ahora las fechas del inicio y de la muerte. Una a una. En estricto orden.

Mijailko del ... Nicola del... Ana... María ... Grilko del año en que no debió nacer para que no se lo tragara la guerra.

Ana fue la última de la estirpe orgullosa de los Haduviak, nacidos en Babie, en Volinia, en Ucrania. Nadie después de ella había recitado el conjuro (cuando se nombra a los Haduviak de corrido, la llanura se hace verano, el cielo se tapiza de frutas, el pan se levanta sin levaduras).

Pero hoy sus hijos, y los hijos de sus hijos, reunidos por un remolino inesperado, dicen en Volina, en la aldea, debajo del manzano, en voz baja, la lista que ya nadie recitaba. Alina conoce el principio. Silvestre y Eugenia traen a las mujeres. Ana recuerda los amores del sastre. Lena conoce el final.

Mijailko, Nicola, Stepan, Ana, María, Grilko.

Debajo del manzano. Los nombres al aire como campanadas, una vez más.

Ahora sí se abre la mesa, ahora sí brindan las copas, porque los hijos de los hijos han escuchado la historia y todo puede volver a empezar.