viernes, 15 de junio de 2018

SOLDADO



El Ejército rojo se prepara, Pedro. Los fusiles de asalto y los tanques están listos. Han dejado atrás las murallas del Kremlin, han cruzado la plaza Roja y vienen, ya vienen, armados de vituallas y viejas canciones. “Difícil es llegar hasta ti, y la muerte está a cuatro pasos” cantaban entonces y cantan ahora para no rendirse al sueño y a los presagios de los cuervos. 

Los carros de asalto y los submarinos. Los ejércitos de enfermeras y aviadores. Ya vienen. Verás a los veteranos apretar contra su pecho los fusiles Kaláshnikov, desfilarán el misil hipersónico y el de propulsión nuclear. Ya vienen, están cerca.



Ya están apostados los tiradores en las esquinas del hospital. Asomate a la ventana, Pedro, para ver el destello de sus miras telescópicas. Sobre aquella terraza, los mejores apuntan a tus verdugos. Vienen a liberarte. Ya vienen.

Tomarán la guardia, requisarán estetoscopios y pinzas quirúrgicas, gemidos y heridas menores, secuestrarán todas las rutinas de la ciudad Estado. Avanzarán por los pasillos, subirán las escaleras, tomarán los tres pisos. Está todo previsto: en unas horas reducirán a médicos y enfermos, cortarán la luz y los teléfonos.

Llegarán, claro que llegarán. Desconectarán los electrodos y los sueros, los cables que cronometran tu sístole y tú diástole. El Ejército te camuflará entre las sábanas y nadie lo notará. Serás un fantasma cruzando los pasillos. Ellos traen cigarrillos escondidos en su uniforme, cómo podrían olvidarse, les he encargado cientos de ellos.

Dicen que al frente del ejército viene Vladimir Ullianov. Dicen que pidió sus medallas y su mejor uniforme. Hablemos bajito, Pedro,que ellos no se enteren. Ya le avisé a nuestros soldados que la CIA tomó la Unidad Coronaria. Ya les dije como patrullan por turnos tus sueños y respiraciones. Ya vienen, Pedro, a liberarte. De los desfribiliadores y los catéteres, del monitor, del oxígeno y su máscara, del conteo impúdico de tus pulsaciones. 

Ya se acercan, Pedro, a acariciar tu tráquea herida, tu laringe sin voz, tus válvulas cansadas, a afeitar tu barba, a limpiar sin muecas tus secreciones. Te llevarán a la tarde de sol en que conociste a Vera, al puente de la Génova, al río y sus flores de petróleo. Los barriletes que remontaste cada tarde esperan en el aire de Berisso, temblando. 

Todo está previsto. La victoria reclama sus celebraciones. El mantel sobre la arena, el acordeón de Petia, el arte mayor de los hijos de Rusia. Los barcos bajarán sus escotillas, quién puede dudarlo. Vendrán el poeta y el novelista, y dicen que el Che será de la partida. El comandante ha visto la hoz y el martillo de aquella madrugadaNadie dibuja la revolución como él, dijo. Será una bienvenida con honores, no le huyas a esa sobremesa. 








En la hora de la siesta, comenzarán las controversias. Alguien bajará la voz para recordar tus días oscuros, pero no te preocupes, Pedro, el comandante los ha perdonado uno a uno. Retomaremos el vino y las canciones, recorriendo sin apuro el ecuador de una sandía. Cantaremos hasta caer rendidos a nuestros párpados, y sobre esa piel iluminada se dibujará Audrey desayunando en Tiffany's.

Cuando anochezca, el Ejército regresará a su Kremlim. Agitaremos banderas, cantaremos el triunfo de los camaradas. No intentes retenerlos, Pedro, la postal es tan bella: los fusiles al hombro, las espaldas fuertes, alejándose. Una vieja canción, después la nieve. Y un destello de lo que alguna vez fuimos encendiéndose en la vigilia del mejor soldado.




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