domingo, 21 de mayo de 2017

EL VIAJE


Todo está por construir(se). Deberás construir la lengua que habitarás y deberás encontrar los antepasados que te hagan más libre. Deberás edificar la casa donde ya no vivirás sola. Y deberás escribir la nueva educación sentimental mediante la que amarás de nuevo. Y todo esto lo harás contra la hostilidad general, porque quienes despiertan son la pesadilla de quienes aún duermen.
Llamamiento Tiqqun
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Año 2876, mayo 1, 11.03.05. Afuera cae esa llovizna fina y fría del río de la Plata. La llamo a Sara y le pido que me acompañe mientras programo mi holograma para que nos envuelva cómodamente a los dos. Ella me vuelve a pedir que abandone la idea de cambiar mi identidad; le explico, una vez más, que ya está​ decidido. Ella sabe que la quiero y que respeto su linaje, que siempre será mi madre, pero el mundo ha cambiado durante la madrugada. Cada segundo cuenta. Nadie sabe que va a pasar dentro de unas horas, esta noche, mañana.
El Big Bang resultó un enorme fiasco. El holograma me despertó a la 01.34.03 con la novedad. Todo comenzó con una chispa de una fogata lejanísima, encendida por un grupo de homínidos. Nuestros antepasados creando el universo. Una combustión, un choque de partículas, y las espirales saliendo despedidas: galaxias, órbitas, ondas en expansión, cromosomas, agujeros negros. En mis pantallas, cientos de voces ensayan explicaciones. Todo lo que sabemos sobre tiempos superpuestos y dimensiones paralelas no alcanza para explicar esta escena ridícula de primates alrededor de un fuego buscando piojos en la cabeza de un compañero. La chispa viene de ahí, de pronto se expande y es este Multiverso. Nadie lo previó. Nadie lo insinuó jamás. Quizás Chiang alguna vez, pero ya nadie recuerda las teorías antiguas.
En las ventanas de las casas del parque, las luces de los hologramas titilan desde muy temprano. Las terminales están recibiendo estas imágenes inesperadas. Un clan primitivo abrió esta puerta, desplegó esta materia. Somos el viaje de nuestros antepasados. No nos gusta lo que vemos, pero eso no empaña la fiesta: hemos logrado ser testigos del acto creador. No tardaremos en descifrarlo, y alguien jugará a ser dios. Por eso debo hacerlo hoy, y quiero que Sara me acompañe. Si voy a vivir el fin del mundo o el inicio del mundo, quiero ser el que soy.
Sara se sienta al lado mío aparentando una serenidad que no le creo, estoy tentado de acariciar su cabello, pero me contengo. Hace tiempo que abandonamos ese juego infantil. Entro al holograma con esa velocidad que sigue asombrándola. En tres segundos estoy listo para grabar las notas que exige la Agencia de las Identidades. Las he preparado con cuidado, debo dar una explicación razonable sobre mi cambio de nombre y linaje. El holograma silencia los demás programas. Sara exagera un suspiro. Su desacuerdo me molesta más de lo que pensaba, pero comienzo a hablar igual. "Dejo mi nombre Diada, impuesto por mi madre Sara al nacer en homenaje a sus dos madres, Tiara y Miríada, para tomar como nombre Macha, en homenaje a la bandera que se encuentra en custodia en mi casa y que perteneció a los Antiguos. La bandera de Macha recuerda la gesta de un guerrero de nombre Belgrano, quien luego de las derrotas en Vilcapugio y Ayohuma hizo esconder el estandarte para que no cayera en manos realistas". Sara me mira con esos ojos abiertos y redondos que pone cuando no entiende las palabras. Ella no sabe qué es un estandarte ni conoce a Belgrano, jamás escuchó hablar de los realistas, no diferencia pueblos ni períodos de la era de los Antiguos, ¿cómo puede vivir así? "Elijo como linaje Lezama, porque en el viejo museo de este parque, los pueblos australes guardaban las reliquias de sus guerreros. La humanidad no contaba entonces con archivos tridimensionales, aquí está lo poco que nos queda de los Antiguos del Sur."
Sara se levanta. Va a servirse su dieta, como cada vez que se enoja conmigo. Mezcla las semillas con el suero agitando el brazo como una desquiciada, mientras repasa mentalmente las leyes del autocontrol, una por una. Ya no soy un chico, pronto entraré en la adultez, pero me sigue tratando como si fuera su cachorro. Cambiar su linaje por uno que para ella no tiene ningún sentido la pone furiosa, pero no quiere decírmelo. "Diada Sara ha dejado de existir, bienvenido Macha Lezama, cariotipo xy, competencias en historia antigua y programación nivel inicial, demás registros a la vista", dice el holograma antes de fundir a negro la interfase con la Agencia de las Identidades. 
¿Nivel inicial? Nadie conoce a los Antiguos del Sur como yo. Los algoritmos calculan ese nivel por mi edad. Sé que apenas tengo 33 años y que, si este mundo logra sobrevivir, me espera una década de aprendizajes.  Pero a quién le preocupan los algoritmos ahora.
                                                                 ***
Macha, querido, si ahora tengo que nombrarte así, así lo haré. Tengo algo importante que decirte. La Agencia de las Ruinas se ha contactado conmigo, en realidad, con todas las comunidades de la casa. Nos han propuesto abandonar el museo y el parque para convertirlos en reserva, ellos se harían cargo de todo. Con esto del Big Bang hay un interés enorme por los Antiguos, es lógico ¿no? Tantas especulaciones, para encontrar finalmente a esos seres primitivos detrás del punto alfa. Qué raro resultó todo. Pero supongo que no hay de qué preocuparse ¿o sí?
Hay algo más: a nosotros nos ofrecen quedarnos como colaboradores de la Agencia. Ellos están al tanto de tus conocimientos, han leído tus notas, han visitado tus teorías. Quieren que te quedes y me suman a mí para acompañarte. Te pagarán mucho más de lo que has recibido hasta ahora por tus notas para la red. A los demás los trasladarán a las islas. El Delta se ha puesto precioso con sus aguas danzantes y sus mercados acuáticos.
¿Viste las pantallas? Están llamando a todos los expertos en historia y religiones primitivas. Yo sabía que te iban a contactar. La Agencia necesita colaboradores como vos. Los seres humanos hemos dejado atrás religiones y profetas, fronteras y gobernantes, sabemos controlarnos y manejar comportamientos negativos. La humanidad disfruta una era de armonía, pero han aparecido estos seres horribles y necesitamos que nos orienten. Nunca entendí tu afición por los Antiguos, ahora la agradezco tanto.
Macha, no hay mucho que decidir, lo que nos proponen es la mejor opción. Vas a seguir haciendo lo que más te gusta. Tu conocimiento es ahora tan necesario. Las respuestas están aquí, en tu cabeza. Serás alguien muy famoso, estoy segura. Estoy tan orgullosa de ser tu madre.
                                                                   ***
Sara otra vez. No entiende nada, no se da cuenta de nada. La Agencia de las Ruinas jamás demostró interés por el sector Sur. Si la agencia existe es por el puñado de curiosos que deambulamos por las pocas reservas que, desganadamente, custodian. Los que las visitamos somos viejos conocidos, solemos encontrarnos en nuestras recorridas. Cuando programamos nuestros hologramas para vivenciar un viaje, sabemos que alguno estará dando vueltas por los mismos lugares. Cruzamos notas, descubrimientos.
Las reservas paleolíticas que la Agencia custodia son muy pocas: Altamira, Stonehenge, Cueva de las Manos. Los pocos que nos aventuramos a visitar esos parajes conocemos muchas más. Hemos mapeado miles de sitios que la Agencia nunca reconoció. John, el colega australiano que más sabe sobre cuevas y campamentos de homínidos, los busca desde muy joven. Hemos localizado cientos de ellos gracias a su tozudez. Las imágenes que devuelve el telescopio no provienen de ninguna de las reservas oficiales y en el escaneo comparativo no encuentro esa llanura, esas elevaciones iluminadas por un atardecer ancestral. Con John estamos intentando dar con las coordenadas. Pero quién puede asegurar que se crucen en este mundo, en esta línea de tiempo.
El viejo John está por cumplir 170 años, su vida se está apagando. Soy su único discípulo, todos huyen de su pesimismo. La Agencia para el Autocontrol tiene catalogado el interés por lo antiguo como “comportamiento inusual”. Nos ha invitado de todas las maneras posibles a elegir otras colaboraciones al Plan Civilizador. En el último tiempo, la Agencia resolvió enviarme a las fronteras de la ciudad “para que realice una experiencia primitiva con los que aún no se han sumado al Plan, así desiste usted de estos estudios inconducentes". El australiano hace tiempo que vive en los basurales de Melbourne por indicación de los colaboradores del Autocontrol. Nunca le conté a Sara estas cosas, ni ella me las pregunta. Supongo que no lo necesita, las grito en mis pesadillas.
Las agencias de noticias necesitan una explicación razonable, pero todavía no la encuentran. La vulgaridad de la escena de la creación las atormenta. Por eso la Agencia de las Ruinas nos busca. Sara me lo comunica como un gran acontecimiento, pero algo no está bien. Esperemos que lleguen y vemos, es la respuesta que se me ocurre para ganar tiempo. Esperemos que lleguen, me responde, pero empieza a ir y venir por la casa para calmar una ansiedad que conozco de memoria.
Vida ha venido para hablar del Big Bang y se encontró con la novedad de mi cambio de nombre. Ella también vive en el museo, lo recorre conmigo desde nuestros primeros juegos. Es la única que se interesa por mis historias, al menos eso aparenta. Nuestras charlas siempre terminan con una intensa actividad sexual. Muy pronto se olvidará de mí, no soy lo que se dice un joven atractivo. “Macha, Macha, Macha”, susurra Vida en mi oído. Macha, dice Vida, y suena tan bien. Le cuento a Vida lo que nos proponen. Me quedo con ustedes, me dice. Jamás ha desconfiado del mundo. El mundo, hasta ahora, no le dio razones.
Sara celebra que Vida esté de su lado, supongo que le gustaría que su hijo fuera igual de predecible. Vida la sigue en sus idas y vueltas por la casa, quiere saber detalles. Aprovecho la conversación de las mujeres para volver al holograma. John me está enviando sus hipótesis. El cree, como yo, que el mundo se crea a sí mismo en momentos que parecen triviales pero que obedecen a un patrón desconocido. John corrige sus ideas, les agrega detalles, me las vuelve a mandar. Me pide que me concentre en la rueda de homínidos, allí está el secreto. Miro otra vez la escena del Big Bang. Son ocho criaturas alrededor de las llamas. Cuatro buscan distraídamente piojos en alguna cabeza cercana. Cuando los encuentran, los aplastan entre los dedos. Estos insectos fueron exterminados hace cientos de años, por eso la escena resulta tan repugnante. Las otros cuatro miran atentamente el fuego. Es evidente que no hace mucho que lo dominan. Hay un espécimen que además mueve sus labios. Por la contextura, juraría que es un cariotipo xx. Aumento píxeles, subo decibeles, me acerco. Sus labios se mueven. La lengua se detiene en el paladar, se suelta, aparece bajo los dientes. Brota un sonido. Vuelve al paladar, vuelve a bajar. Otro sonido. Una hembra pequeña deja de mirar el fuego y gira su cabeza en dirección al primer verbo de la historia de la humanidad. La chispa se desprende en ese momento y se cruza en el camino de la Palabra.
Cierro todas las pantallas. Trato de comprender lo que acabo de presenciar. Miro la casa, los sables en las paredes, los cuadros ajados, las pruebas toscas y descoloridas de lo que alguna vez fuimos. Regreso a la pantalla central, busco a John. El origen del mundo es decir el mundo. Su voz es casi inaudible, su vida se está apagando irremediablemente. Vendrán a buscarte, querrán saber cómo hacerlo, es lo único que les falta para convertirse en dioses. Pero te vas a adelantar.
El australiano me pide que encienda un fuego en las terminales de energía de mi holograma. Un segundo después, la señal se interrumpe. No pierdo el tiempo en comprobar lo evidente. Quedo a cargo de la ceremonia. Si los colaboradores de la agencia llegan antes, el mundo será creado a imagen y semejanza del Plan Civilizador. Todo volverá a construirse. El mundo y sus reglas. La lengua con la que hablamos. La forma en que amamos. El viaje llevará la marca de la edad Avanzada. Desde el primero hasta el último de sus cromosomas. Tengo que decir el mundo antes que ellos. La vida, estoy seguro, no es esta asfixia.
Enciendo las llamas de las terminales, pero para que el fuego chispee, necesito alimentarlo a la manera de los Antiguos. Busco con la vista, pero en este mundo incombustible no encuentro una maldita cosa que se prenda fuego. Voy por la hojarasca del parque. Sara y Vida dejan su charla para acompañar mi desesperación. 
                                                             ***
 Macha, si Vida dejara de aturdirme, podría pensar en lo que te está pasando. La Agencia vendrá en unos minutos, tomará posesión del parque, las comunidades irán dejando el museo y las otras edificaciones sin reproches ni dificultades. Todas están resueltas. Las reglas de la armonía funcionan tan bien en las comunidades de nuestra casa. Vida me pide que hable con la agencia, quiere quedarse con nosotros. Sé que apenas tiene 20 años, pero será una gran compañía para nosotros.
Para ordenar mi cabeza, para entenderte hijo, necesito que Vida deje de hablar. Sé que no me estás diciendo todo, querido. Cuántas veces me pregunté si no padecías algún tipo de locura. He tratado por años de aliviar tus asfixias nocturnas. Me ocupé cada noche de refutar tus delirios. Pero hoy he despertado en el mundo de tus noches.
Vida, Vida querida. Ahora lo importante es estar calladas. Macha nos está pidiendo algo que se pueda quemar, vamos a buscar hojas del parque. El fuego es lo que importa. Pero se está apagando y Macha no sabe cómo seguir. Vamos Vida, vamos por la bandera de la vitrina. Macha necesita la bandera de sus obsesiones, los guerreros que allí dormitan, las voces que nadie escucha.
Rompo la vitrina, mis manos se tiñen de la sangre que jamás he visto. Corro hacia él mientras busco las palabras que nunca me enseñaron, no sé cómo se dice que nadie nos ha cuidado, que el mundo es un lugar inhóspito y cruel.
Le entrego la bandera. Cuando la deposita sobre las llamas, el fuego toma fuerza y Macha se tranquiliza. El espectáculo nos hipnotiza a los tres. Somos una extraña rueda de homínidos, reunida por primera vez.
                                                           ***
Los veo llegar. Los colaboradores, que reconozco por sus uniformes blancos, se dirigen decididamente hacia aquí. El fuego amenaza con apagarse, las hojas del parque que me acerca Sara están demasiado húmedas. Recuerdo entonces la llovizna de esta mañana. Soplo como soplaban los antiguos, como soplan los desesperados. Sara corre hacia la sala y regresa con la bandera de Macha. He deseado tocarla toda mi vida, y ahora está en mis manos, resquebrajándose, convirtiéndose en polvo. Alimento el fuego con los girones de tela reseca y las llamas resurgen con fuerza entre sus pliegues.
Dos hombres y una mujer llaman a través de los cristales, pero el fuego nos hipnotiza y la casa y sus ruidos se desvanecen. Sara, Vida y yo estamos fundando una tribu nueva y efímera. Ya he ingerido la dieta que ayuda a morir sin desórdenes molestos. En unos minutos, comenzarán los efectos.
Los colaboradores traspasan la entrada sin dificultad, han accedido a nuestras claves. La mujer se adelanta sonriente, mientras un ejército de uniformes blancos se distribuye por el parque. Se dirige decididamente a Sara.

Me queda solo este instante. Sara camina en dirección a la mujer. Cuando creo que va a entregar nuestras vidas, la distrae con saludos y cortesías. Los hombres se adelantan y la empujan con violencia. Me ordenan detenerme. Entonces, el fuego comienza a crepitar. Las chispas vuelan y Vida ríe. Susurro la Palabra. Vida la escucha. Una chispa se cruza. Si mis cálculos no fallan, he lanzado mi serpentina hacia su viaje helicoidal. Abro mis ojos a un cielo de fuego. Agradezco todo lo descubierto, todo lo creado. Alcanzo a quemarme en este magma recién inventado antes del derrumbe de mis párpados. Mis ojos funden a negro la interfase con este mundo mientras creo escuchar los gritos de Sara; levanto mi mano para acariciarle el cabello, pero la oscuridad me vence, nos vence. 

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