martes, 31 de julio de 2012

Universos Posibles



El físico austríaco von Kotsch, en los laboratorios que dedicaban sus esfuerzos a la Gran Guerra, construyó accidentalmente una lente infinitamente poderosa. La adaptó a su microscopio pero no le gustó lo que vió: en el sistema orbital de los átomos, colores y formas infinitesimales reproducían con exactitud a Marte, a Júpiter, a la Tierra, a satélites y estrellas. Los movimientos, a velocidades proporcionales a los micrométricos tamaños, respetaban los ritmos planetarios alrededor de núcleos atómicos a manera de soles.
Adaptó otra lente con la que pudo observar a los seres millonésimamente humanos que habitaban una Tierra en miniatura.
Y construyó otra lente, con la que pudo estudiar las partículas atómicas, por llamarlas con alguna convención, del cosmos que acababa de poner en evidencia. Allí también se esmeraba un completísimo, pequeñísimo sistema solar.
Decidió destruir las lentes, y no pensar en un probable y gigantesco cristal que pudiera estar observándolo. Prefirió creer que somos únicos.

(Relato reconstruído a partir de las anotaciones de laboratorio del doctor Elmer von Kotsch, escritas entre 1915 y 1917. Aún hoy no se han logrado lentes con las dioptrías y las características que el físico señala, por lo que se presume que todo ha sido la elucubración de una mente desvariada, que justificó así el tiempo que no usaba en diseñar materiales bélicos).

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