Eran dos mujeres viejas, hechas a
la soledad, que mataban el tiempo que les sobraba en miles de minutos,
conversando acerca de las vicisitudes por las que pasaban dos mujeres viejas, hechas
a la soledad, que mataban el tiempo conversando acerca de dos mujeres viejas.
Era una adolescente con aires de
rebeldía, que había pensado asesinar a sus padres, para así poder ser una adolescente
libre, rebelde, audaz, que pudiera asesinar sin pudor a sus padres, y así vivir
una vida soñada, libre, rebelde, sin ataduras, que le permitiera matar a sus
padres.
Escribí una carta al juez,
relatándole mi decisión póstuma de escribirle una carta, que contuviera todos
los detalles de mi férrea decisión de escribirle una carta.
Cuando el profesor de historia
hizo girar velozmente el globo terráqueo, pensó en todos los profesores de
historia que giraban en ese momento impulsados por el globo terráqueo mientras
impulsaban sus globos terráqueos conteniendo profesores de historia.
El pintor decidió pintar su
atelier, y aunque estaba preocupado porque no lograba el perfil exacto al
autorretratarse dentro de la composición, se tranquilizó pensando que aquel
pintor de la tela tampoco lograría los trazos perfectos al autorretratarse en
el cuadro que enfrentaba, donde delineaba su atelier.
El viejo se lamentaba por su vida
perdida, por el alcohol que lo consumía.
Al final de la última copa, lo
esperaba su propia enferma imagen, y decidió beber, para olvidar que bebía, que
se enfermaba, que se consumía.
Al final de la última copa,
decidió morir.
Y bebió serenamente, para olvidar
que moría.
Lo avergonzó su propia muerte, y
bebió para olvidarla.
Se enamoró apasionadamente, y
enloqueció. En sus delirios, recordó que alguna vez se había enamorado, y
enloqueció pensando que ese amor era pasado, por lo que decidió volver a
enamorarse. Se enamoró apasionadamente, y enloqueció.
Hudson, agosto
de1992
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