Como brisa primero, como ráfagas después, la historia argentina se va develando ante nuestros ojos como un presente vivo, a revisar, discutir y resolver.
La agenda pública se va cargando de temas, y lo que resulta apasionante es el hilo conductor que los une en una trayectoria histórica a recorrer y revisar.
El golpe genocida, que hoy definimos sin dudar como cívico - militar, abrió el camino de la reescritura. Los juicios, las condenas, los relatos que aparecen en reportajes y audiovisuales, el recuerdo de la noche de los lápices, la jornada vivida el 24 de marzo pasado acompañando la lucha de las Madres y Abuelas que asombra a la región y al mundo, echan luz sobre lo que habíamos guardado en un pasado del que nos avergonzábamos. Muchos ciudadanos de a pie, alejados de la política a partir de una contundente derrota cultural, se asumían espectadores de un tema del que se ocupaban los grupos de derechos humanos. Ese tiempo terminó, y los argentinos afrontamos colectivamente esta terapia del desandar, contar, resolver y seguir. Y mal que le pese a algún periodista que declaró su hastío, esta revisión no se detiene.
Por el correlato de las fechas pero también siguiendo la línea histórica, es el tiempo de Malvinas. Este dos de abril está pariendo una revisión, Informe Rattenbach mediante. Allí también queremos llegar al hueso.
Recordar qué es la Patria para nosotros, qué son las islas, por qué las amamos de esta manera, para enfrentar definitivamente la locura militar y el envío de tropas de chiquilines sin preparación ni plan operativo. Ellos nos miran hoy desde su adultez, desde sus suicidios, y nos piden explicaciones que hoy estamos dispuestos a encontrar.
Se vienen tiempos de revisiones, ya no hay dudas.
Al tema Malvinas le seguirán los temas de aquella democracia que pactó con los carapintadas, así como el tema de un movimiento popular que llegó al poder y lo traicionó perfeccionando el programa liberal. Llegará el tiempo de revisar la ley 23.696 de Reforma del Estado, que en nombre de la lucha contra la burocracia vendió el patrimonio nacional al mejor postor. Revisaremos la claudicación de la política, así como el silencio cómplice de sectores de un partido y un movimiento al que pertenecemos millones de argentinos.
El clima cultural es propicio para este viento de la historia. También son propicias las decisiones que viene tomando en este campo el Poder Ejecutivo. La revisión de los códigos, la conciencia de su historicidad, comprobar la posibilidad siempre abierta de reformarlos y adecuarlos a los tiempos que corren, nos vuelve protagonistas de las leyes que creíamos dictadas por un ser superior y todopoderoso.
Llegará el tiempo de la Constitución y su matriz liberal. Del vergonzante olvido de la Constitución del 49, cuya anulación barrió con la legalidad en nombre de la legalidad.
Pero los seres humanos, como seres históricos, sabemos que hay un tiempo para cada cosa.
Hoy es tiempo de Malvinas.
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